Vivimos recientemente una parada del sistema económico mundial sin precedentes. Algunos han entendido que esta situación presenta una oportunidad para el sector privado de empezar a hacer las cosas de una manera diferente. Es así, como un grupo de grandes empresas francesas hicieron un llamado por un reinicio sostenible al gobierno francés: https://www.businessgreen.com/news/4014829/french-corporates-green-inclusive-recovery, el gobierno canadiense empezará exigir que las empresas que se beneficien de recursos públicos en la pandemia compartan su impacto ambiental: https://e360.yale.edu/digest/to-get-covid-19-relief-companies-in-canada-will-have-to-disclose-climate-impacts) y un grupo de más de 150 empresas globales, lideradas por Paul Polman ex CEO de Unilever, con más de 5 millones de empleados, se comprometieron a lograr un impacto carbono cero para el año 2050 y carbono neutro para el 2030: https://unglobalcompact.org/news/4535-05-18-2020
En Colombia no hemos visto iniciativas de esta índole y en general los llamados empresariales han estado encaminados a iniciativas que protejan el tejido empresarial. En un país de ingreso medio, con más de 2.5 millones de Pymes, en donde más del 90% del empleo lo generan pequeñas empresas y una porción mayoritaria del recaudo fiscal se hace a través del sector empresarial, esto hace todo el sentido. Sin lugar a duda el foco debe estar en la supervivencia de las empresas y en la preservación y la recuperación del empleo.
Ahora bien, creo que si tenemos al frente un momento único para repensar el sistema y no deberíamos desaprovechar la oportunidad para proponer un cambio de fondo. Unos dicen que por el contrario el sistema capitalista llegará con su versión mas salvaje a recuperar el terreno perdido y este es un riesgo evidente. Por esto necesitamos actores de cambio que estén dispuestos a retar el status quo y se atrevan a liderar y proponer un modelo diferente.
Colombia no es un gran contaminante a nivel mundial, pero a pesar de ser un país pequeño y de ingreso medio, si tiene retos importantes en temas ecológicos y sociales que impactan la realidad mundial. Somos uno de los 12 países con mayor biodiversidad del mundo, con el 60% de la superficie de páramo y con una de las principales riquezas hídricas, todas características amenazadas por impactos directos del desarrollo como lo son la utilización de energías basadas en hidrocarburos, la urbanización, etc. Otros más complejo se relacionan con la minería ilegal y los cultivos ilícitos. En el ámbito social sobresalimos también en aspectos muy preocupantes.
Estamos en el Top 20 de los países más desiguales del mundo, somos el país en donde más líderes sociales son asesinados al año, tenemos uno de los peores índices de movilidad social del mundo, en donde una persona que nace en la base de la pirámide esta prácticamente condenada a 11 generaciones de pobreza: https://www.oecd.org/social/broken-elevator-how-to-promote-social-mobility-9789264301085-en.htm y, como bien lo dijo Mauricio Cárdenas en su columna en ELTIEMPO del 26 de Junio https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/mauricio-cardenas-santamaria/covid-19-y-posconflicto-columna-de-mauricio-cardenas-511740, si tomamos los “170 municipios en los que vive el 13 por ciento de la población colombiana….. Se pueden decir muchas cosas sobre las condiciones de vida en estas regiones, pero, para expresarlo de manera simple, si formaran un país, serían el más pobre de Latinoamérica, el peor en materia de infraestructura, el más violento y, entrelazado con todo lo anterior, el país con mayor participación de actividades ilegales en su economía”.
La pregunta entonces es ¿qué puede hacer el sector privado colombiano para aportar a la solución de estos problemas ecológicos y sociales que impiden en gran medida el avance del país hacia objetivos de desarrollo sostenible para el 2030?
En términos de impacto ambiental venimos avanzando en las últimas décadas a pasos agigantados y términos como la economía circular e incluso como la regeneración son cada vez más frecuentes y están siendo incorporados por muchas empresas como parte de su estrategia central. En el ámbito social vemos también más empresas apostándole a procesos de reinserción, a incorporar a comunidades marginadas dentro de su marco de impacto y también a incluir en su misión y en sus estrategias un propósito de impacto que busque aportar a la solución de grandes retos sociales y ambientales. Un ejemplo claro de esta situación lo vemos dentro del sistema de empresas B, que muy pronto espera incorporar a empresas como Alquería, Casa Luker, Procafecol e incluso Bancolombia, dentro de su exigente esquema de certificación en buenas prácticas de triple impacto y cuenta ya con más de 600 integrantes en América Latina y casi 3400 en todo el mundo. También es claro que estos esfuerzos aún son limitados y que al final no tenemos visibilidad total de la magnitud los mismos a escala nacional. Me queda entonces la inquietud, ¿Veremos un llamado y, más importante aún, un proyecto concreto hacia a una reactivación sostenible, incluyente y regenerativa en nuestro país? ¿Que sea capaz además de movilizar a los grandes actores del sector empresarial y trascienda la publicidad, las buenas intenciones y logre movilizarnos hacia una transformación de fondo?
Nota: Recordemos que el gobierno nacional aprobó en 2018 una ley que se reglamentó en 2019 que respalda un nuevo tipo de sociedad con propósito que trasciende el sentido financiero de las empresas para impactar de una forma positiva temas ambientales y sociales: https://www.mincit.gov.co/minindustria/sociedades-bic/ebook-sociedades-bic-02dic.aspx
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