En el contexto actual el que mejor improvisa gana. Es reiterativo el comentario sobre la aceleración de la transformación digital a partir del confinamiento; y con dicha transformación llegan los cambios en la manera en que consumimos. Lo cierto es que estos cambios, que algunos catalogan como un “Cisne Negro”[1], no estaban en las cuentas de nadie. Frente a nuestra terca, arrogante e ingenua esperanza de un futuro controlado por nuestros pensamientos, nos hemos visto obligados a realizar la mejor improvisación, como bufones en las tablas que olvidan la siguiente broma. Así, las empresas, los negocios y los gobernantes hemos sacado de la manga nuestras mejores cartas para tener felices a nuestros clientes; o quizás para asustarlos.
Durante la pandemia, un acto sorpresivo e inimaginado en que cada uno hace su mejor esfuerzo para improvisar su papel, hemos experimentado una ruleta de emociones: la ansiedad generada a partir de la impotencia de sentirnos prisioneros en nuestras casas, sin haber cometido delito, lamentando o celebrando el día en que conocimos a nuestro compañer@ de celda o el día en que dejamos ir al que hubiese sido un buen partido en tiempos de Covid. Algunos vivieron la pena de tener un auto nuevo en el garaje, del que ya no podían presumir en Instagram, pero cuyas cuotas y seguros anhelaban el anunciado alivio financiero. El miedo a morir como un culicagado empelotó nuestro egoísmo ante las vacías góndolas del supermercado; tal vez ignorando que los Covid, como los buenos platos de restaurantes, entran por los ojos, la nariz y la boca; pero nunca por donde salen.
Pensar en que alguien tenía planeado esto me resulta tan maquiavélico como haberlo hecho. Creo en cambio que los directores de nuestras organizaciones se vieron como las orquestas y sus músicos teniendo que improvisar, subiéndose a trenes de emociones, saltando de un vagón a otro para sobrevivir. Al principio, el tren del miedo parecía estar a tono, sincrónico y afinado, hasta que se sintió el hambre y hasta los mariachis decidieron hacer serenatas al rayo del sol, sin cumpleaños ni borracho en proceso de reconciliación que justificara el inusual festejo.
No es que no tengamos miedo, es que, quizás en el fondo queremos comprar esperanza, así nos toque pagarla a cuotas. Una sobredosis de miedo y hambre es insoportable, particularmente cuando alguien llega a nuestro muro de Facebook a vendernos la nostalgia de poder comprar como antes, sin Covid y sin tapabocas, pero ahora con algo aún mejor: sin IVA.
Al parecer la oferta fue tan buena que algunos vagones se llenaron a tal punto que la autoridad local se vio obligada a cerrarlos, aplicando, las respectivas sanciones legales mientras los demás ciudadanos hicimos lo propio con nuestras sanciones sociales. Los que compramos tiquetes en el tren del miedo, con IVA o sin IVA, salimos como eruditos a señalar a quienes se habían dejado tentar diciéndoles (desde las redes por supuesto): “que después no pidan una cama en la UCI”, “que estupidez ahorrarse el 19% del IVA para pagar el 30% en los intereses de la tarjeta” “lo que este país necesita es enseñar finanzas personales en el colegio en vez de religión”. Estoy de acuerdo y añado que además deberíamos desterrarlos de este paraíso.
No obstante, y pese a los señalamientos, esa canción que la prensa internacional llamó “Covid Friday” le gustó tanto a los bailadores criollos que al poco tiempo las orquestas y sus músicos la repitieron. Sin embargo, esta vez se acotó el distanciamiento social a la hora de hacer “el trencito” y muchos más bailadores decidieron zapatear una versión electrónica desde su casa[2].
La transformación digital es solamente una parte de lo que está ocurriendo. Sin embargo, para lograr seducir a los consumidores se necesita más que la simple implementación de herramientas digitales y la recolección de datos. Si bien es cierto que el comercio electrónico, y en general la tecnología, cobran cada vez mayor relevancia en nuestras vidas, es fundamental reconocer que para conseguir pareja a través de Zoom no es suficiente manejar la plataforma con destreza; es además necesario lograr generar una gran conexión emocional con quien está al otro lado de la pantalla.
Las empresas también se pueden beneficiar al incorporar la emoción en la ecuación de valor. Esta adopción podría constituir una posible explicación del porqué la noticia de la flota femenina de motociclistas de Crepes & Wafles esté generando una gran acogida en redes sociales. Muy seguramente, el desarrollo de esa flota no estaba en el plan estratégico de la empresa para el 2020, pero apalancados en sus fundamentos, como el músico que domina su instrumento y el bailador que fluye con su ritmo, la empresa logra improvisar con certeza a la hora de tomar decisiones. La mezcla de elementos morales, éticos, racionales y emocionales, sumados a la adopción de tecnologías, resulta ser entonces una fórmula de marketing capaz de mitigar las pestes, los cisnes negros e incluso los confinamientos.
[1] Taleb, Nassim es el autor del libro el Cisne Negro. Su teoría es una metáfora que ilustra los eventos con poca probabilidad de ocurrencia y gran impacto en la sociedad. No obstante, este tipo de eventos son reiterativos a lo largo de la historia y suelen racionalizarse en retrospectiva, logrando que para algunos parezcan predecibles.
[2] “Según Fenalco, a través de la revista Dinero, las ventas por comercio electrónico habían crecido del 37% al 60% y las ventas presenciales decrecieron en el volumen total de un 60% a un 40% hasta el corte de la tarde de este viernes”. https://www.dinero.com/pais/articulo/dia-sin-iva-en-colombia-3-de-julio-ventas-llegaron-a-15-billones/291460
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