Hace un par de semanas me invitaron a ser speaker en un webinar que trataba sobre la sostenibilidad y el propósito como estrategia central en grandes empresas. Uno de los asistentes, empleado de una compañía petrolera, me preguntó si yo consideraba que su empresa podía ser incluida en estos conceptos. Esto sumado a que cada vez vemos más iniciativas que buscan migrar hacia una versión más sostenible o consciente del capitalismo, me llevó a cuestionarme sobre esta situación en la entrada de este blog. En Colombia un claro ejemplo de esta realidad lo da la figura de empresas BIC (de beneficio e interés común) a la cual se han adherido ya casi 300 compañías y en donde la expectativa del gobierno es que se superen las diez mil en los próximos dos años. ¿Podría entonces cualquier tipo de empresa acceder a estos movimientos? ¿O existe un alto riesgo de greenwashing con la participación de la industria extractiva en estas iniciativas?
El caso de la industria extractiva en Colombia puede ser complejo por el impacto ambiental que suele estar asociado a los procesos propios de extracción, sumado a nuestra particularidad eco-sistémica y social. Por eso en esta oportunidad me concentraré en mi percepción sobre el caso de las compañías mineras y aquellas relacionadas con la extracción y generación de energía basada en combustibles fósiles.
Es importante no entrar en facilísimos y satanizar de entrada estas industrias. Está absolutamente demostrado que una gran parte del progreso de los últimos 200 años, que ha traído consigo avances enormes en bienestar, longevidad, reducción en tasas de pobreza y alfabetización vienen de haber descubierto la manera de aprovechar la energía acumulada en los yacimientos de combustibles fósiles. De igual manera, la industria minera hoy en día provee elementos esenciales que apalancan muchos de los avances tecnológicos que han traído beneficios enormes a la humanidad, como es el caso del cobalto y la telefonía celular, que permitieron el acceso de miles de millones de personas a servicios financieros y de comunicación en todos los rincones del planeta. Es claro también, que, aunque las energías renovables han avanzado a pasos agigantados y su costo en algunas latitudes ya es menor al de otras fuentes de energía tradicionales, todavía estamos a mitad de camino para poder frenar toda la producción de energías generadas a través de métodos “no limpios” y al menos por algunas décadas más, dependeremos del petróleo y del carbón para poder suplir nuestras necesidades energéticas.
En paralelo, está demostrado también, que ya hemos traspasado varios límites ecológicos planetarios1 incluidos los del ciclo del carbono. El consenso actual2 es que deberíamos mantener una concentración menor a 350 partículas por millón de carbono en la atmósfera, para no calentar el planeta más de lo que se considera como una temperatura promedio segura, de 1.5 grados centígrados mayor al promedio anterior al impacto humano sobre el clima.
Ahora, aunque Colombia no es un gran contaminante como país en el contexto global, si juega un rol crítico en el mapa de sostenibilidad planetario. La riqueza del país en términos de recursos hídricos, de biodiversidad, en ecosistemas únicos como los páramos, es enorme. También tenemos retos gigantescos en términos de reducir la desigualdad, de eliminar la violencia, especialmente la relacionada con asesinatos de líderes sociales y en reducir los niveles de pobreza, todavía muy lejanos de los del mundo desarrollado.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, es importante que la explotación de recursos naturales se haga de una manera responsable hacia adelante. Para los combustibles fósiles esto quiere decir que se deberían seleccionar muy bien los lugares y métodos de extracción. Para la minería es indispensable que la extracción se dé únicamente en ecosistemas resistentes y en condiciones adecuadas para que no terminemos afectando de forma irreparable ecosistemas frágiles. El aspecto social es aún más complejo y si llega a darse alguna posibilidad de extracción realmente responsable es indispensable que las dinámicas asociadas a la misma no aporten a la violencia, a la ilegalidad, a la corrupción y a la desigualdad.
La inquietud con la que comencé esta entrada está relacionada con la posibilidad de que estas industrias, y las empresas que las conforman, puedan hacer parte de los movimientos globales que buscan transformar el sistema económico hacia una versión sostenible, incluyente y regenerativa. En mi opinión sí pueden hacerlo, pero no es suficiente que cumplan con las condiciones arriba descritas, sino que deben asegurar además el cumplimiento de dos compromisos adicionales. El primero tiene que ver con la verdad y la reparación y el segundo con el propósito. Muchas de las empresas extractivas tienen en sus manos pasivos históricos, sociales y medioambientales, e incluso acciones que buscaron invalidar los conceptos científicos que hace décadas nos alertaban sobre los riesgos del cambio climático. También proyectos que no compensaron adecuadamente sus impactos sociales y que, a la luz de los actuales estándares internacionales, como los de la Corporación Financiera Internacional, deberían volver a revisarse. Si realmente esperan poder entrar en una nueva era de impacto positivo, lo primero sería reconocer sus faltas y reparar económicamente a la sociedad y al medio ambiente por los daños causados. Después es importante que demuestren que su propósito realmente es legítimo y serio. Para una empresa enfocada en combustibles fósiles o para una empresa minero-energética esto puede implicar tener una apuesta importante por energías renovables y para una minera tradicional aplicar políticas y procesos serios en términos de sostenibilidad que sean avalados por un auditor independiente y que se demuestren por un periodo de tiempo relevante. Por el momento esperemos que mecanismo como las empresas BIC, que se crearon con buenas intenciones y el verdadero propósito de impulsar una versión consciente del capitalismo, no sean aprovechados por empresas que buscan simplemente lucrarse mientras generan todo tipo de daños a nuestros ecosistemas y a la sociedad.
Nota: El greenwashing implica en este caso la intención de una empresa, que no tiene implementada una filosofía de fondo en sostenibilidad, de aprovechar este tipo de iniciativas para mostrar una imagen falsa de responsabilidad social y ecológica.
1 https://www.cepal.org/es/comunicados/la-humanidad-ha-superado-cuatro-nueve-limites-ecologicos-planeta-cepal
La opinión expresada en esta entrada de blog es de exclusiva responsabilidad de su autor y no necesariamente reflejan el punto de vista de Pacto Global Red Colombia.
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