Si bien es cierto que ante una nueva realidad en la cual la sostenibilidad se convierte en una preocupación aún mayor por parte de nosotros los consumidores, ¿qué tanto estamos haciendo para asumir nuestra responsabilidad?, responsabilidad que es tan poderosa como para poder influir en las prácticas de las empresas para cambiar ciertas características de los bienes y servicios que nos ofrecen.
Pero más allá de lo que nos trae como realidades esta nueva normalidad, quiero traer a colación algo que es verdaderamente importante y que considero, generalmente no le prestamos la atención que deberíamos. Me refiero a la etiqueta o marquilla que traen las prendas.
Cuando compramos prendas, ¿somos conscientes de cierta información de la que deberíamos apropiarnos para tomar la decisión de comprar?, ¿sabemos qué información contiene la etiqueta?
En primer lugar, la etiqueta nos señala la talla que en teoría debería ser siempre la misma. Desafortunadamente esta puede variar dependiendo de la marca de la ropa e incluso sucede que algunas veces la misma varía en la misma marca. Es importante tener claro que no se necesita encajar en una talla pues nuestros cuerpos son tan únicos que debemos buscar la ropa que mejor se adapte a él, no al contrario.
Por otro lado, está el material y el porcentaje con el que está hecha. Este tema tiene tanto de largo como de ancho pues a simple vista, lo que para nosotros podría ser una prenda de algodón o un saco de lana en realidad puede estar hecho de poliéster. El poliéster es una fibra sintética derivada del petróleo que es ampliamente utilizada en la industria de la moda.
El impacto de una prenda no radica en su fabricación solamente sino que el mayor impacto ambiental ocurre en el uso y en este caso, el material en el que está hecha es un factor clave al igual que la frecuencia de lavado. Podemos encontrar prendas con 100% poliéster, 80% poliéster y 20% algodón, y así con diferentes porcentajes de componentes en fibras que, pensando en una gestión luego de cumplir su vida útil como prenda de vestir, puede llegar a ser muy compleja por la calidad que pierde el material y no volver a servir para lo mismo o por los procesos que deben realizarse para poder separar fibras con diferentes características.
La etiqueta nos muestra el material y estos pueden variar entre naturales, artificiales y sintéticos y brevemente miremos cuáles son:
Fibras naturales. Su origen puede ser vegetal o animal y las más conocidas son algodón, lino, seda y lana.
Fibras artificiales. Son aquellas fabricadas a partir de materiales naturales como la celulosa de la pulpa de madera pero sometidas a procesos fisicoquímicos. Entre están el rayón, la viscosa y el acetato.
Fibras sintéticas. Son derivadas del petróleo y como se dijo en líneas anteriores, la más conocida es el poliester pero también están el nylon o el spandex. Su ventaja competitiva frente a las dos primeras radica en su versatilidad y en el precio.
Podría detallarse aún más en las características de cada uno de estas clases de fibras y siguiendo un estudio juicioso se pueden encontrar detalles en su manufactura que sin duda nos pueden ayudar a tomar una mejor decisión por lo cual la información y la transparencia que muestre el fabricante es muy importante.
Siguiendo con el uso, entramos en el tema del cuidado de la prenda. Generalmente las etiquetas también traen indicaciones sobre el lavado que influyen en su duración. Si la famosa frase de “la prenda más sostenible es la que ya existe”, cómo nos aseguramos de darle el cuidado y uso adecuado si tal vez muchas veces no seguimos las pautas que se mencionan en su etiqueta: lavado a máquina o a mano, secado al aire libre, uso de detergentes y blanqueadores, etc. El tiempo de duración de una prenda depende del cuidado también, así que parte de nuestra responsabilidad como consumidor radica en ello y si al cuidarla, hacemos un uso óptimo del agua, la energía y los elementos de lavado que utilizamos como detergentes y lejías.
La etiqueta también nos dice dónde fue hecha la prenda y el país de procedencia nos puede dar información sobre las condiciones laborales de quienes confeccionan las prendas. En países asiáticos como Bangladesh, las condiciones de trabajo de las personas son muy deficientes por lo cual cargamos nosotros con una huella de esclavitud al comprar una prenda para la cual a quien la confecciona probablemente no se le paga ni siquiera lo necesario para poder alimentarse o existe la explotación infantil. A raíz de lo ocurrido con la tragedia del edificio Rana Plaza en 2013 se creó una campaña llamada #QuiénHizoMiPrenda (#WhoMadeMyClothes) para poder visibilizar esta problemática.
Y si analizamos este tema en nuestro contexto local, ¿qué podríamos concluir? Quienes elaboran las prendas en Colombia en su mayoría son mujeres. La costura siempre ha estado ligada a nuestra cultura y es posible encontrar en muchas familias alguien: nuestra madre, nuestra abuela o una tía que se dedicaron o se dedican a ello. En las circunstancias actuales el apoyo a la economía local es clave, pero sobre todo, el apoyo que subyace de comprar una prenda hecha en el país por personas cuyo hogar se sostiene con este oficio.
La forma de vestir de alguna forma cambió, se es más consciente sobre la sostenibilidad, se cultivan valores como la solidaridad ante la necesidad de una reactivación económica que conlleva a apoyar y comprar localmente, entonces ¿cambiarán nuestros comportamientos frente a las prendas que tenemos y a las que compramos?
La opinión expresada en esta entrada de blog es de exclusiva responsabilidad de su autor y no necesariamente reflejan el punto de vista de Pacto Global Red Colombia.