Estamos iniciando esa vuelta que puede determinar el éxito del recorrido. Los marcadores están listos y dispuestos para generar y mostrar los resultados de una carrera que implica mucho más que eso.
Es que así son, breves para los espectadores, pero extraordinariamente largas para quién las corre. Lo que para el mundo inició hace unos segundos, para el protagonista comenzó hace años, muchas veces con un sueño que lucía inalcanzable.
Y lo alcanzó, y aprendió a correr, y superó sus limitaciones, entrenó y se entrenó, y comenzó a correr, y está justo en ese momento en el que tiene la conciencia del poder de cambiar una historia. Pasada la marca, sabe que comienza la vuelta final, en la que cada segundo cuenta, en la que cada instante implica una decisión: si soltar ante el comprensible cansancio o avanzar como quien no tiene otra oportunidad; si ceder ante la certeza de que ya no será el primero, o continuar con la visión de que la carrera es con uno mismo.
No es sencillo. En ese instante ya “las cartas están echadas”, ya las proyecciones matemáticas están planteadas con impresionante exactitud, y ya la mente, ni hablemos del cuerpo, puede estar agotada.
Es cuando surge nuestro ¡DALE! Breve, fuerte, certero, poderoso, ¡solo dale! Tiene el poder de escucharse más duro que el “ya no puedes”, el “ya no llegarás de primero”, y que el “ya hiciste todo lo que podías”. Tiene la fuerza de callar las voces que limitan, que cuestionan y detienen.
Es cierto. No siempre el “dale” funciona. En algún momento puede ser necedad que invite a hacer lo inadecuado. Pero no es de ese del que hablamos. Hablamos del “dale” que surge cuando la carrera se ha luchado, cuando llegar hasta allí era un imposible para muchos incluso para uno mismo, cuando se han invertido pensamientos, energías, recursos y emociones en una meta que, finalmente, está solo a una vuelta de distancia.
El 2019 está en la recta final, solo tú conoces tus luchas y tus apuestas durante esta carrera, que es solo una más. No se que gritan tus espectadores, en tu trabajo, entre tus amigos, en tu familia, pero sí conozco el poder de un “dale” que se escucha con fuerza en el momento preciso.
Así que ¡dale!, ¡dale!, ¡dale!, ya pronto nos detendremos a celebrar.
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