Uno de los temas más complejos en la gestión empresarial frente a la pandemia del COVID19 está relacionado con los recursos humanos. Es claro el impacto de esta situación ha sido enorme para empresarios y gerentes, pero la verdad es que para los trabajadores no ha sido diferente.
Empezando porque más de 10 millones de personas han perdido su empleo y esto genera que muchos otros estén ansiosos pensando que el siguiente turno pueda ser para ellos. Muchos más, siguen manteniendo sus puestos de trabajo, Sin embargo, un gran número vio reducido su ingreso porque en sus empresas llegaron a acuerdos de reducción temporal de salarios.
Después encontramos los retos propios de la nueva realidad y estos los podemos dividir en dos grupos. El primero lo conforman personas que sólo pueden hacer sus trabajos en un lugar físico y por lo tanto en condiciones de cuarentena solo pueden trabajar si los cobija una excepción o cuando la cuarentena no les aplica. Para ell@s la incertidumbre es absoluta y el cambio constante en las medidas ha llevado a que deban adaptarse también de manera continua. Estas personas, son los llamados a aplicar todos los protocolos de bioseguridad ya que representan el riesgo más alto de contagio y por la misma razón pueden sentir que son “carne de cañón” y pueden pensar que son los que se exponen mientras directivos y cargos administrativos están seguros en sus casas.
Al otro lado, están las personas que si pueden llevar a cabo sus trabajos desde el encierro. Muchos de ellos en cambio preferirían salir a trabajar a sus oficinas y compartir, así sea desde la barrera, con sus compañeros de trabajo y consideran afortunados a los que pueden salir, así esto implique riesgos adicionales.
Lo que es claro es que ambos grupos de trabajadores se enfrentan a retos enormes y como mi visión está relacionada con las empresas de propósito y triple impacto, me surgen varias preguntas. La primera tiene que ver con la dimensión social de las personas y la segunda con la salud psicológica. En un país en el que trabajamos, en el papel, 48 horas por semana y en la realidad muchas veces varias horas más; en donde, al menos en las grandes ciudades, el desplazamiento a nuestros trabajos implicaba unas horas más de camino, es claro que poco tiempo nos queda para enriquecer nuestras vidas sociales. Si sumamos obligaciones familiares y personales es evidente que el excedente de tiempo es poco.
Esto sumado a la naturaleza amigable del colombian@, implica que muchas veces y por fortuna, forjamos relaciones en la oficina que transcienden el trabajo y nos ayudan a satisfacer nuestra necesidad social. Una realidad humana que quiero recordar es que somos seres adversos a los inputs negativos y para mantener relaciones sanas con otros necesitamos que la relación entre interacciones buenas y malas sea de siete a una. Ahora, esta “nueva realidad” nos quito una buena parte de las posibilidades de interactuar con nuestros compañeros y amigos de trabajo en espacios no enfocados en el quehacer laboral: los cafés, los almuerzos, las pausas activas, los desplazamientos, los espacios de antes y después de las reuniones son cosa del pasado.
También está demostrado que hay una correlación enorme entre el engagement laboral y si los trabajadores consideran que tienen un amigo o una persona de confianza en el trabajo. Teniendo esto en cuenta, entonces hay un reto que afecta a las dos partes. ¿Qué podemos hacer bajo esta nueva realidad para que no se vea afectado el engagement de los trabajadores, para que no haya una perdida en satisfacción en la dimensión social de las personas y para que el capital social de las relaciones laborales no se pierda? ¿Podemos crear espacios sociales laborales virtuales? ¿Debemos considerar espacios libres dentro del horario laboral de las personas para que puedan hacer una nueva vida social, y probablemente virtual, por fuera de la oficina? ¿Cómo manejamos esta situación con personas que están ingresando a la organización?
Frente a la salud mental el reto es mayor. La ansiedad de la situación, la rutina repetitiva de los días, la incertidumbre de la duración, de las consecuencias y del impacto que tiene la situación económica, el miedo al contagio, los retos propios de la convivencia encerrada, la soledad, la dificultad para dividir los momentos del día, el reto de mantener hábitos saludables, el exceso de horas frente al computador, el insomnio y muchas otras realidades de este momento hacen que los trabajadores estén teniendo una presión psicológica nunca antes experimentada masivamente en épocas recientes.
No tenemos ni siquiera el odiado commuting a nuestros trabajos que al menos nos permitía dividir el día y tener un espacio de transición. Terminamos ahora un día lleno de reuniones, cansados, cargados y al voltearnos la primera persona que esté ahí puede recibir toda nuestra carga acumulada. Peor aún, puede no haber nadie ahí, ni siquiera para servir de sparring. ¿Qué pueden y deben entonces hacer las empresas para ayudar a sus trabajadores en esta situación?
A continuación, enumero algunas de las buenas prácticas que he visto. Horarios reducidos que les permitan a sus empleados que están en teletrabajo manejar la demanda del hogar relacionada a cocinar, limpiar, apoyar a los niños en el estudio virtual, etc. Horarios prohibidos para agendar reuniones para evitar que el trabajo interrumpa horas importantes en la gestión del hogar. Apoyo psicológico proactivo que se ofrece como un servicio permanente a todos los empleados. Espacios de esparcimiento virtuales fomentados por la empresa en horario laboral. Apoyo en fomento de buenas prácticas de salud física y mental con el acompañamiento de coaches y entrenadores. Reuniones con cámaras prendidas y teléfonos apagados para asegurarnos que estamos interactuando activamente con las personas al otro lado de la pantalla. Comunicación constante y directa de parte de los líderes que acompañan y guían a sus equipos.
Al final, lo cierto es que estamos navegando en aguas desconocidas y siendo realistas aún nos falta mucho trecho. Como en una maratón, si nos ponemos a pensar en todo lo que falta y en el esfuerzo que tendremos que hacer todavía, podemos desfallecer en la previa. Bajo este escenario la depresión, la desesperación y el “burnout” están a la vuelta de la esquina. Lo mejor es enfocarnos en el día a día, pero siendo consientes de que tendremos que hacer cambios significativos y tratarnos con mucha compasión, empatía y confianza si tanto empresas como trabajadores queremos salir bien librados al otro lado.
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