¿Qué hacer ante la presencia de un puma como el que causó sensación en el Oriente antioqueño?

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Lejos de ser una amenaza, la presencia de estos felinos es un privilegio y un desafío para lograr una sana convivencia con la fauna silvestre.

Por: Juan Felipe Zuleta Valencia

09 de diciembre de 2024 Con sus dos poderosas patas delanteras colgando sobre la rama de un árbol, con su mirada fija e impasible y sin ningún interés en moverse de su lugar a pesar de la evidente actividad a su alrededor, fue avistado un puma concolor el pasado viernes 6 de diciembre en zona limítrofe entre Guatapé y El Peñol, Oriente antioqueño.

La presencia del majestuoso puma, que junto con el jaguar son los únicos felinos grandes que habitan en Colombia, causó inmediatamente alarma y miedo entre la comunidad, pero por fortuna en este caso antes de proponer alguna solución violenta que pusiera en riesgo no solo la vida del animal sino de los propios vecinos, alguien se tomó un minuto extra y atinó a llamar a Cornare para reportar el avistamiento del animal que estaba cerca de un área bastante poblada. El equipo de Cornare se desplazó inmediatamente al lugar y quedó tan maravillado como inquieto con el hallazgo porque encontró entre la comunidad los ánimos crispados ante la presencia del puma, y la experiencia les ha dejado claro que el miedo, en estos casos, generalmente es el detonante de tragedias en las que, casi siempre, la fauna silvestre es la que lleva la peor parte.

El equipo de biólogos y veterinarios se dispersó por la zona para adelantar un plan de sensibilización con las comunidades en zona de influencia donde proyectan que se está moviendo el puma. Lo primero, según Alejandra Páramo, médica veterinaria de Cornare, era tranquilizar a la comunidad y confirmarle el tipo de especie que vieron y cuáles son sus características para que entendieran mejor que no es capricho ni amenaza ni algo fortuito que esté haciendo presencia allí. Una vez los ánimos estuvieron más calmados, el equipo de la autoridad ambiental capacitó sobre todo a los líderes y voceros de la comunidad para que repliquen cuáles son las medidas indispensables para garantizar la sana convivencia con el felino que circula por la zona.

Lo primero que era necesario aclarar, según la experta, es que no es extraño que felinos como el puma sean vistos en áreas periurbanas, y tampoco representan en sí una amenaza. La presencia de pequeños, medianos y grandes felinos como el puma en estas zonas y la cada vez más frecuente interacción con humanos se explica por varias razones.

En esencia, según explica el biólogo Andrés Felipe Castillo, lo que ocurre actualmente es que estas especies que necesitan grandes extensiones para mantener sus corredores biológicos están siendo acorraladas por la expansión urbana y productiva. “Hay que pensar lo que les ocurre como si la cuadra y la propia casa donde vive alguien fueran desapareciendo y cambiando aceleradamente, y aún así tiene que ingeniárselas para encontrar comida, para vivir, para interactuar con otras personas, para reproducirse. Así les ocurre”, explica el experto.

En las investigaciones que han adelantado en la última década tanto Cornare como Corantioquia, a partir de los casos de interacciones y conflictos entre humanos y felinos reportados (cerca de 250 en la última década, según cifras de Corantioquia), han encontrado que es frecuente que estos conflictos ocurran en zonas donde predios privados de vocación agrícola y ganadera extensivas han cercenado o fragmentado áreas de bosques o estén cerca a áreas protegidas. Este primer factor, según dichos análisis, les dificulta el tránsito a especies como el puma que en un día de baja actividad pueden recorrer mínimo siete kilómetros, pero también es frecuente que tracen recorridos diarios de hasta 16 kilómetros.

El segundo factor es la cadena de malas prácticas ganaderas y agrícolas. Uno de los mitos frecuentes, que se alimentan del miedo y desconocimiento de las personas y que en muchos casos son difundidos por personas con intereses en el tráfico de especies, es que los felinos son grandes depredadores de animales de granja como reses, cerdos y aves. Pero es completamente falso. Según David Echeverri, solo el 5% en los que se reportan muertes de estos animales por presuntos ataques se relacionan realmente con felinos. Hoy incluso se tienen datos recientes en varias zonas del país de que los causantes en su mayoría de estos casos son perros ferales (abandonados que regresaron a un estado salvaje) o gatos desatendidos.

Y ese mínimo porcentaje, según Castillo, está condicionado no por el comportamiento natural de los felinos sino por la responsabilidad de las personas, como ganaderos y campesinos que lejos de establecer cercos seguros y definir potreros para el ganado les permiten pastar libres y hasta adentrarse en bosques de reserva para beber agua. Con la reducción de sus corredores biológicos y por ende la disminución de abundancia de presas naturales, a pumas y jaguares no les queda de otra, en algunos casos, más que atacar este tipo de animales, pero los expertos reiteran que no es la regla.

Antioquia ha sido uno de los departamentos pioneros en estrategias de conservación de estas especies, cuyo éxito depende indisolublemente de una sana convivencia con comunidades humanas. En regiones como el Oriente, Norte y Magdalena Medio se han implementado estrategias para reducir las interacciones conflictivas entre felinos y personas para evitar posibles ataques a animales de producción y agresiones por retaliaciones contra pumas y jaguares. Estas estrategias han consistido en establecer planes para tecnificar la producción ganadera cambiando a modelos silvopastoriles en los que se disponen de corrales seguros para los animales, rodeados por cercas vivas que además sirven para mantener bebederos de agua y sombra, lo que evita que el ganado entre a bosques y quede a merced de los depredadores.

Las estrategias también incluyen prácticas de ahuyentamiento como instalación de luces solar fox light, sistemas que generan ruido y espantapájaros y medidas preventivas como evitar que los animales de compañía merodeen libres, particularmente por las noches. Además de cámaras trampa para monitorear el tránsito de estas especies y conocer más sobre su comportamiento. Y en un ámbito más ambicioso, también involucran la restauración ecológica de esos corredores fragmentados con apoyo directa de las comunidades, esto con el fin de que al encontrar buenas condiciones los felinos no tengan que acercarse tanto a zonas altamente pobladas.

Pero, volviendo al inicio, el punto de partida es la información y socialización. El trabajo con los vecinos de la vereda en el caso del puma avistado la semana pasada tuvo un fuerte componente educativo orientado a entender que no existe amenaza alguna si se aprende a vivir con respeto con estas especies y, sobre todo, a comprender su importancia.

El puma concolor es una especie indicadora, es decir, su presencia y buen estado (como el caso del maravilloso individuo del Oriente) señalan que los ecosistemas, pese a sufrir deterioro y presiones, todavía se encuentran en un grado de conservación importante. Pumas y jaguares (ambos bajo amenaza de extinción), pero también los pequeños felinos como yaguarundí, el ocelote, el margay y la oncilla que también habitan en Antioquia, incluyendo en el Valle de Aburrá, son fundamentales para regular ecosistemas y poblaciones y enfermedades. Avistarlos, en síntesis, no puede ser más que un privilegio y una buena noticia.

Fuente: EL COLOMBIANO